En las historias de Alberto Uribe y de Manuel Cepeda, padres de Álvaro Uribe y de Iván Cepeda, puede leerse una buena parte de la violencia de este país. No fueron las únicas tragedias presentes en el recinto del Congreso.
Iván Cepeda tenía 31 años el día en que la vida lo puso frente al cadáver de su padre. El cuerpo del senador Manuel Cepeda Vargas yacía abaleado, recostado sobre las dos sillas delanteras del carro en el que se transportaba esa mañana del 9 de agosto de 1994. Iván, que de camino a la Universidad Javeriana había llegado al lugar pensando que se trataba a lo mejor de un accidente de tránsito, naufragó absorto durante varios minutos frente a esa imagen de la que seguramente no se ha olvidado nunca.
Es curioso que Álvaro Uribe Vélez tuviese casi la misma edad —30 años— cuando supo que su papá no había sobrevivido a los disparos de supuestos guerrilleros que llegaron a increparlo en la hacienda Guacharacas, una porción de tierra de 2.000 hectáreas que se ubica justo donde termina San Roque y comienza Yolombó, en Antioquia.
La diferencia es que Uribe, por aquellos días alcalde de Medellín, no alcanzó a llegar al lugar del crimen. El martes 14 de junio de 1983 intentó desesperadamente salir de Medellín en un helicóptero alquilado, pero el mal tiempo hizo que tuviera que esperar durante una noche, enterándose apenas por teléfono que su papá, Alberto Uribe Sierra, a sus 50 años, había terminado su vida tendido sobre un charco de sangre en la mitad de la sala.
Mucha agua ha corrido bajo los puentes durante 30 años. Cepeda y Uribe, hijos de la violencia de la extrema izquierda y de la extrema derecha, se tildan mutuamente de paramilitar y de guerrillero, en una confrontación que tuvo su momento más intenso esta semana en el recinto del Congreso. Y en algo tienen que ver las tragedias de sus respectivos padres.
Pero no solo las de ellos. A medida en que los demás senadores y funcionarios del gobierno tomaban la palabra en la sesión parlamentaria, fue emergiendo un retrato tremebundo de la violencia de este país. La misma que no solo dejó sin padre a Cepeda y a Uribe, sino al ministro Juan Fernando Cristo, cuyo padre, Julio Cristo Sahium, fue acribillado por guerrilleros del ELN en Cúcuta. Juan Fernando era embajador de Colombia en Grecia, cuando tuvo que regresar a ver a don Julio en un ataúd. “Frente al ELN estoy dispuesto al perdón, nunca al olvido”, dijo el ministro en julio de este año. En el mismo plano están los papás de los senadores Juan Manuel y Carlos Fernando Galán y de Rodrigo Lara, asesinados por órdenes de Pablo Escobar, en medio de una guerra feroz que el cartel de Medellín libró contra el Estado y los civiles.
Lo que demostró en últimas el debate es que hay heridas que no han cicatrizado y que la verdad puede llevar consigo el perdón, pero también el resentimiento cuando no opera la Justicia. Aunque Uribe haya dicho que la ausencia de su padre no generó en él una sed de venganza contra la guerrilla y la izquierda, sí reconoció en su autobiografía No hay causa perdida que la tragedia de Guacharacas marcó en su vida personal y profesional “un punto de quiebre cuya influencia es tal vez inconmensurable”.
Aunque ya no valga la pena preguntarse qué habría sido de Cepeda o de Uribe de no haber conocido la fatalidad familiar, puede resultar útil pensar qué sucedería si en el futuro la barbarie determinara cada vez menos el destino de los colombianos. No se trataría de un mundo perfecto. Pero sí de uno en el que los debates ideológicos no llevarían en su trasfondo la sangre de los muertos.
"Aunque ya no valga la pena preguntarse qué habría sido de Cepeda o de Uribe de no haber conocido la fatalidad familiar, puede resultar útil pensar qué sucedería si en el futuro la barbarie determinara cada vez menos el destino de los colombianos. No se trataría de un mundo perfecto. Pero sí de uno en el que los debates ideológicos no llevarían en su trasfondo la sangre de los muertos" ¿ Qué piensan?
ResponderEliminarEs triste pero es la realidad hoy en día, ellos no hay sanado ese vacío que sus padres les dejaron así como la forma en que fueron acribillados, y es que perdonar no es fácil, la verdad es que a muchos colombianos les ha tocado peor, han perdido a 2 hijos en menos de 35 horas, y ejemplos como estos hay más en todo el país.
ResponderEliminarEn esta Colombia es Así.
La vida siempre tendrá un inicio y un fin, las cosas no se dan por si solas siempre va a ver un causa como se dice " toda acción tiene una reacción" LA VIDA se encarga de hacer personas con experiencia a veces hay que sufrir para darse cuenta cuanto hay que valorar las personas o cosas. la muerte es algo por donde pasamos todos pero nunca estaremos preparados para confrontarla.
ResponderEliminarEs la triste realidad que se vive a menudo, crímenes, delitos que quedan impune y nunca hay justicia para ello, las personas ya hacen justicia por su propia cuenta ya que en nuestro país no se rige como debiese ser.
ResponderEliminarEstamos en un pais en donde la violencia ya es algo muy normal , no se nos hace extraño que asesinen , secuestren o violen lastimosamente esto es la realidad , ademas de esto la justicia no se hace notar como debe ser en algunos casos es por esto que en la mayoria de los casos exista impunidad
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