El debate sobre paramilitarismo que debía celebrarse en el Congreso degeneró en una trifulca verbal que en nada ayuda a cimentar la cultura democrática en el país. Lo que sucedió fue la prueba palpable de que lo que mal empieza, mal acaba.
Editorial El Heraldo, septiembre 18
El espectáculo que ofreció ayer el Congreso de la República no pudo ser más desolador. Lo que debía ser un debate sobre el fenómeno del paramilitarismo, que ha ensangrentado a Colombia en los últimos 30 años, degeneró en una lluvia de acusaciones –muchas vagas o sin pruebas, casi todas conocidas– e insultos entre buena parte de los intervinientes, que en nada ayudan a cimentar la cultura democrática en el país.
Lo que sucedió ayer en la comisión constitucional del Senado es una demostración palpable de que lo que mal comienza, mal acaba.
Promover un debate sobre el paramilitarismo es, por supuesto, una iniciativa legítima y, bien conducida, puede contribuir a que los colombianos entiendan mejor el pasado reciente para que esa etapa horrenda no se vuelva a repetir nunca más.
La duda que surge es si este era el mejor momento para llevar esa tormentosa discusión a sede parlamentaria, mientras el Gobierno desarrolla unas negociaciones de paz con las Farc que no acaban de ser digeridas por buena parte de la población.
Como en un juego macabro del destino, se dio la circunstancia de que el debate se celebró al día siguiente de que la guerrilla asesinara en un atentado a siete policías en Córdoba. La imagen de nuestros senadores enzarzados en una trifulca verbal por hechos del pasado, mientras las Farc se ufanaban de su criminal operación, acentuaba, si así puede decirse, el patetismo de la sesión.
En cuanto al contenido de la cita, el senador Cepeda, que tiene razones fundadas para abominar el paramilitarismo, intentó en todo momento convertir el debate en un juicio a Uribe, contra quien lanzó un cúmulo de acusaciones ya muy conocidas y sin aportar pruebas contundentes.
El expresidente respondió a su vez con evasivas, con apelaciones a su honorabilidad y, sobre todo, dirigiendo su artillería contra el presidente Santos –a quien acusó una vez más, sin pruebas, de recibir dinero del narcotráfico– y contra algunos de sus hombres de confianza, con el vicepresidente Vargas Lleras y el ministro del Interior a la cabeza, por supuestos nexos con paramilitares que no acreditó de manera convincente.
Uribe exhibió la prodigiosa habilidad política que ha hecho de él uno de los grandes líderes en la historia del país, pero dio un pésimo ejemplo de conducta democrática al acudir a la Cámara solo para activar su ventilador de acusaciones, sin quedarse al resto del debate. Pese a todo, es posible que su intervención haya conectado emocionalmente con muchos colombianos, más aún en medio de la indignación causada por el último atentado de las Farc.
Muchos senadores que apoyan al Gobierno se mostraban reacios a la celebración de este debate, pero al final recibieron la instrucción –al parecer, desde la Casa de Nariño– de que le dieran luz verde, no ya en la plenaria, pero sí en la comisión constitucional. Si la intención era perjudicar a Uribe, es probable que hayan conseguido el efecto contrario, a falta de lo que digan las próximas encuestas.
¿Y qué les quedó a los ciudadanos del esperado debate? Un embrollo de ataques e insultos, como decíamos párrafos atrás, y la amarga sensación de que, mientras el Gobierno habla con la despiadada guerrilla sobre reconciliación y posconflicto, en el Congreso, corazón de la democracia, nuestros representantes políticos no nos ayudan a imaginar lo que significaría vivir en un país en paz.
Con el debate de ayer, a los colombianos nos queda la sensación de que la paz está lejos de realizarse, mientras nuestros congresistas continúen involucrados con paramilitarismo, guerilla, narcotráfico, corrupción y enriquecimiento ilícito...
ResponderEliminarDefinitivamente es lamentable la situación ocurrida de manera que mientras unos quieren paz, otros quieren pelear sacando a relucir como jueces las faltas de los demás, y así nuestro país no puede progresar, hablamos de paz pero las farc lo único que hacen es tener a Santos como marioneta ya que matan a personas inocentes y dicen querer paz.
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